sábado, 17 de noviembre de 2007

El amor en los tiempos del cólera

(...) Pero fue por uno de esos juegos triviales, que los primeros treinta años de vida en común estuvieron a punto de acabarse porque un día cualquiera no hubo jabón en el baño. Empezó con la simplicidad de rutina. El doctor Juvenal Urbino había regresado al dormitorio, en los tiempos en que todavía se bañaba sin ayuda, y empezó a vestirse sin encender la luz. Ella estaba como siempre a esa hoa en su tibio estado fetal, los ojos cerrados, la respiración tenue, y ese brazo de danza sagrada sobre la cabeza. Pero estaba a medio sueño, como siempre, y él lo sabía. Al cabo de un largo rumor de almidones de linos en la oscuridad, el doctor Urbino habló consigo mismo:

- Hace como una semana que me estoy bañando sin jabón - dijo

Ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta.Ojalá pase algo que te borre de pronto: una luz cegadora, un disparo de nieve.Ojalá por lo menos que me lleve la muerte, para no verte tanto, para no vertesiempre en todos los segundos, en todas las visiones: ojalá que no pueda tocarteni en canciones.

- Silvio Rodríguez -


Besos en una caja,
una agenda que no se terminó.
Un secreto en una foto
y un corazón a la mitad.

...

... y pasaron los días. Unas pocas palabras desesperadas rompieron el silencio donde ambos estaban inmersos. Él bruscamente la cogió de la muñeca, mostrándo en sus ojos, la frustración de una pasión inconclusa. Ella que nisiquiera sentía la presión de la mano en su piel, apenas pudo sostenerle la mirada. Tenía la sensación de que ya todo había terminado.